viernes, 25 de noviembre de 2022

EL SILENCIO DEL LAGAR

 

Ya no suenan los pejos orgullosos

de cumplir la misión encomendada,

en el pilo, no cae mosto espumoso, 

ni canta el uso, con la piedra levantada.


Viga robusta y labrada

de olmo esbelto y escogido,

cientos de años recostada,

tu belleza no has perdido.


El ser viga de lagar

no es una viga cualquiera,

porque la talla hay que dar

y el grueso que se requiera.


Y lo diga quien lo diga

lo podemos afirmar;

el honor para un viga

es servir para un lagar.


Todo el que te ve, pregunta

qué por donde fue tu entrada,

te mira de punta a punta,

y yo no contesto nada.


Porque no puedo decir

de una forma afirmativa,

como ha llegado hasta aquí

ni por donde entró esta viga.


Puede saber tu camino

el mozo que te sujeta,

o lo sepa algún poino, 

o quizás la lagareta.


O si acaso el maragato

que está presidiendo el pilo,

se despertó, solo un rato

te vio pasar con sigilo.


Porque el cuerpo del lagar

lo forman viga y tablero,

los pejos y los cruceros

a la hora de pisar.


Las merinas cuidarán

la dirección de la vida,

los poyos apretarán

cuando la piedra lo diga,

las uvas comenzarán

a dar al mosto salida.


Al pasar por la vicnera

no se te olvide cruzar

la escoba, para evitar

que pasen uvas enteras.


Y en el pilo o el pozal

la cántara de medir,

que la odrina ha de llenar

y a la espalda transportar

bajo la luz de  un candil.


Qu a veces los lagareros

si es distante la tireta,

atajaban  por senderos,

trotando a paso ligero

para llenar la cubeta.


Ese mosto tan divino

tan fresco y dulce al probar,

la cuba transformará 

en un exquisito vino,

con el que voy a brindar

por el que con gran empeño

me enseñó desde pequeño

a manejar un lagar.




Buscando unos papeles, apareció un folio con esta poesía, que me parece muy bonita y la he puesto en mi blog. Pero no es mía es de Arcadio Gudiña Lobo



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