Ya no suenan los pejos orgullosos
de cumplir la misión encomendada,
en el pilo, no cae mosto espumoso,
ni canta el uso, con la piedra levantada.
Viga robusta y labrada
de olmo esbelto y escogido,
cientos de años recostada,
tu belleza no has perdido.
El ser viga de lagar
no es una viga cualquiera,
porque la talla hay que dar
y el grueso que se requiera.
Y lo diga quien lo diga
lo podemos afirmar;
el honor para un viga
es servir para un lagar.
Todo el que te ve, pregunta
qué por donde fue tu entrada,
te mira de punta a punta,
y yo no contesto nada.
Porque no puedo decir
de una forma afirmativa,
como ha llegado hasta aquí
ni por donde entró esta viga.
Puede saber tu camino
el mozo que te sujeta,
o lo sepa algún poino,
o quizás la lagareta.
O si acaso el maragato
que está presidiendo el pilo,
se despertó, solo un rato
te vio pasar con sigilo.
Porque el cuerpo del lagar
lo forman viga y tablero,
los pejos y los cruceros
a la hora de pisar.
Las merinas cuidarán
la dirección de la vida,
los poyos apretarán
cuando la piedra lo diga,
las uvas comenzarán
a dar al mosto salida.
Al pasar por la vicnera
no se te olvide cruzar
la escoba, para evitar
que pasen uvas enteras.
Y en el pilo o el pozal
la cántara de medir,
que la odrina ha de llenar
y a la espalda transportar
bajo la luz de un candil.
Qu a veces los lagareros
si es distante la tireta,
atajaban por senderos,
trotando a paso ligero
para llenar la cubeta.
Ese mosto tan divino
tan fresco y dulce al probar,
la cuba transformará
en un exquisito vino,
con el que voy a brindar
por el que con gran empeño
me enseñó desde pequeño
a manejar un lagar.
Buscando unos papeles, apareció un folio con esta poesía, que me parece muy bonita y la he puesto en mi blog. Pero no es mía es de Arcadio Gudiña Lobo